Eduardo Rodríguez se hizo cargo en 2013 de la oficina Macro Zonal Sur, que supervisaba las acciones de la SMA desde la región del Biobío a la de Magallanes. En los años siguientes, comenzó la expansión a las distintas regiones, por lo que ahora su oficina administra a la región de la Araucanía y Magallanes, además de la región de Los Ríos.

Cuando en el año 2012 se abrió la postulación al cargo de Jefe de la Macro Zona Sur de la Superintendencia, la verdad es que no dudé en presentar mi postulación. Después de varios años trabajando en evaluación ambiental, la fiscalización, y el nuevo modelo que se venía a instalar, era y sigue siendo un inmenso desafío.

Recuerdo que la primera tarea básica, pero fundamental a la hora de crear institucionalidad, porque eso es lo que estábamos haciendo en esos primeros años, fue precisamente encontrar un lugar físico donde funcionar, lo que involucró no sólo buscar y arrendar una oficina, sino que armar e instalar todos nuestros muebles y equipos, y desde allí poder coordinar las acciones en una macrozona que presentaba dos dificultades. La primera, su gran extensión (desde Biobío hasta Magallanes), y la segunda, la diversidad de proyectos los que debíamos fiscalizar, que iban desde un simple filtro rotatorio de una piscicultura, la emisión de gases sulfurosos de una caldera recuperadora, o una denuncia por fracturación hidráulica en Magallanes. Por eso es que para nosotros no fue un mero trámite la inauguración de nuestra actual oficina, sino que le dimos toda la solemnidad que correspondía con los pocos recursos que teníamos. Recuerdo que tuvimos una gran convocatoria, e incluso logramos una portada en el principal diario de circulación regional (El Austral de Valdivia) y una gran cobertura de los medios de la zona, ávidos por conocer qué labores realizaría la SMA en esta región, en la que además se instalaría el Tercer Tribunal Ambiental.

Reflexionando sobre esos años podría decir que nuestra fortaleza para soslayar esas dificultades fue contar con profesionales idóneos, con experiencia, y que conocieran a cabalidad sus regiones. Ese conocimiento no solo se refiere al ámbito técnico y geográfico, sino también a la capacidad humana con que contábamos en cada uno de los servicios. Era fundamental ganarnos su confianza, y para eso había que conocerlos a cabalidad. En esa tarea se merecen un reconocimiento especial fiscalizadores seniors de la talla de Juan Pablo Granzow en Biobío; Diego Maldonado en la Araucanía; Mauricio Benitez en los Ríos; José Moraga en Los Lagos; Óscar Leal en Aysén; y Andy Morrison en Magallanes; quienes con el apoyo de otros fiscalizadores experimentados como Patricio Bustos, Marcelo Guzmán, y luego Juan Harries, pudimos aunar esfuerzo para cubrir toda la extensa zona sur. Esto lo planteo con mucho orgullo, pues jamás escuche un “no” o un “no puedo” a la hora de apoyar un colega en cualquier región, o en cualquier circunstancia. Jamás alguien dudó o puso un problema en tomar la camioneta, o la barcaza, a veces semanas completas, en regiones apartadas, para cumplir con el trabajo. Todo siempre acompañado de una verdadera mística que se traduce en valores como el compañerismo, la solidaridad y el esfuerzo por entregar un buen resultado.

Nosotros sentíamos que estábamos haciendo historia, y que nuestra misión era concretar un cambio radical en materia de fiscalización ambiental, pero jamás con arrogancia, sino con la humildad de aquél que pone lo mejor de sus capacidades y esfuerzo.

Además, desde muy temprano tuvimos conciencia que esto no sólo involucra números, o un indicador institucional, sino que, en varias ocasiones, nuestras acciones se reflejan en una mejora de la calidad de vida de personas, ya sea porque están en una situación de riesgo, o sufriendo por años ruidos, olores, vibraciones o diversas externalidades negativas.

Desde un principio nuestro énfasis fue la planificación y el estudio de la instalación a ser fiscalizada para tener un mejor resultado. Aún recuerdo, por ejemplo, cuando para una fiscalización a un Centro de Engorda en Aysén debíamos enviar el Robot Submarino (ROV), para obtener nuestras primeras imágenes submarinas, todo el esfuerzo y coordinación que ello implicó, o cuando no sin poca dificultad instalamos un panel de olores en Porvenir. También recuerdo con especial orgullo cuando debíamos enfrentar las situaciones de contingencia, que siempre constituirán un desafío para la Superintendencia, como fue en su momento la varazón de langostinos en caleta Lo Rojas, la muerte masiva de salmones, primero en Magallanes y luego en Los Lagos en el verano del 2016, protestas por malos olores en Osorno, etc.

Acción fiscalizadora

La acción fiscalizadora no se agota en el mero ejercicio de campo, es decir, ir a terreno, chequear y levantar un acta, sino que involucra evaluar constantemente situaciones de riesgo. En eso es fundamental la experiencia y la agudeza del fiscalizador, quien tiene el deber de visualizar escenarios, pues siempre la Division de Fiscalización (DFZ) ha sido la primera en llegar, y eso es una gran responsabilidad, pues por regla general el quehacer de esa Division activa al resto de facultades con que cuenta la Superintendencia, y en particular la figura del Superintendente, que es pieza fundamental en el modelo.

Creo que nosotros nos dimos cuenta muy temprano de ese rol, y no dudamos en solicitar medidas provisionales cuando ha sido necesario, así activamos las primeras clausuras, totales y parciales de instalaciones, lo que ha involucrado también las primeras autorizaciones de los Tribunales Ambientales, al igual que la SMA, debutantes en el nuevo sistema, además de practicar el primer requerimiento de ingreso al SEIA de la Superintendencia en Porvenir. También nos hicimos cargo de uno de los primeros casos de fiscalización de línea humana en el caso de la Central Osorno, en que señalamos claramente que no se cumplían con los estándares internacionales del consentimiento en relación a población protegida.

Desafíos futuros

Para mirar el futuro necesariamente debemos mirar que lo que hemos hecho, y creo que se ha hecho mucho, en una institución que partió con una planta profesional muy reducida, y presupuesto muy bajo, incluso menor al de la superintendencia de casinos. Hoy contamos con una planta profesional más robusta, oficinas regionales, y un presupuesto que nos permite planificar. Hemos liderado instancias de cooperación regional en América Latina en materia de fiscalización ambiental, y se ha avanzado significativamente en espacios como la rectoría técnica en el contexto de RENFA, además de ir consolidando un modelo sancionador de cara a la comunidad. Ahora los desafíos para el futuro son también importantes como por ejemplo completar la instalación de oficinas en todas las regiones del país con una adecuada dotación de profesionales, que es un compromiso del Superintendente, seguir fortaleciendo la RENFA nacional y regional, lograr tener una glosa ambiental en el presupuesto de la nación que administre cada servicio bajo nuestra rectoría técnica, estudiar seriamente la modificación de la LOSMA en aquellos aspectos que necesariamente el modelo exige descomprimir, mejorar aspectos regulatorios en instrumentos de gestión ambiental , y apostar por una fiscalización en línea y tiempo real, todo ello sin descuidar el capital humano de la institución que es lo fundamental.